No me gusta mucho exponer mi obra, me parece que cada imagen, cada obra tiene demasiadas connotaciones personales. Hay un sentido muy fuerte del pudor.
Nunca realizo obras copiando láminas, o basandome en la obra de otros. Cuando pinto o dibujo, lo hago sobre todo para mí y siempre son elementos que de alguna manera están relacionados con mi vida. Estos cuadros los realicé tras mi primer viaje a Turquía. El de la imagen superior representa la Gran Cisterna de Estambul.
Están realizados sobre lienzo sin imprimar.
Pero tengo verdaderos problemas al trabajar con las dimensiones y la perspectiva.
Cada uno de los cuadros que representan arquitecturas supone un doble reto; representar esa arquitectura no solo como la viví, si no también, como las leyes de la composición y la perspectiva me indican que son.
Hay algo muy preciado para mí en cuestiones de técnica pictórica, y que he podido ir perfeccionando con el tiempo.
Al comienzo mi pintura era más espesa, producto sobre todo de mi inexperiencia, por lo cual tenía que corregir una y otra vez cada una de las pinceladas que daba.
Pero ahora, he ido adquiriendo mayor soltura en el trazo. Con lo cual puedo hacer cuadros en los que trabajo al oleo sobre lienzos que no llevan ningún tipo de imprimación. Son lienzos cuya tela es de color y sobre la cual procuro aplicar las pinceladas mínimas, para no ocultar el color de base y trabajar con él como parte primordial de la obra.
Pero he de confesar que después de mas de 20 años pintando, cada día soy más consiente de lo mucho que me queda por aprender. Y que las únicas claves para ello son la paciencia y dedicarle muchas horas.
Pero he de confesar que después de mas de 20 años pintando, cada día soy más consiente de lo mucho que me queda por aprender. Y que las únicas claves para ello son la paciencia y dedicarle muchas horas.
El cuadro de la imagen superior está pintado al oleo sobre lienzo con imprimación y muchas, muchisimas pinceladas corregidas una y otra vez.
Trata de representar el barrio "Caminito" de Buenos Aires.
Se trata de un retrato de mi abuelo. Por desgracia ya falleció y no pudo posar para el cuadro. Mi abuelo era afilador y la casualidad hizo que en un libro sobre afiladores pareciera una fotografía anónima en la que se le veía a él afilando.
Fue todo un reto personal representar a alguien tan querido que ya no está. Tenía muy claro que la pincelada tenía que ser clara y densa en torno a su figura y que había de diluirse como los recuerdos al alejarse de ella.
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